Un gran lugar para crecer

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Francesco Tonucci: “(…) Esto es lo que yo busco, que los alcaldes sean capaces de pedir y escuchar a los niños”

Francesco Tonucci, es un investigador italiano, que desde finales de los setenta se ha dedicado a indagar sobre el desarrollo cognitivo, el pensamiento y el comportamiento infantil. Paralelamente, desde 1968, con el seudónimo de Frato, ha publicado dibujos satíricos sobre temáticas vinculadas a la educación. Sus viñetas sobre la vida de los niños han sido traducidas al castellano, catalán, gallego, francés y portugués.

Siempre con el foco en la infancia, en la década de los noventa creó el proyecto internacional "La ciudad de los niños", que promueve la autonomía y participación de los niños y niñas en la vida de la ciudad. Esta iniciativa va en total concordancia con lo que se está realizando en la comuna de Lanco donde el Gobierno Comunal está trabajando de forma pionera con las infancias y juventudes como protagonistas de la ciudad y de las políticas públicas.

¿Por qué es tan relevante la participación de niños y niñas entorno a la ciudad?

Hay razones de muchos tipos. Una razón moral que significa que nosotros los adultos y especialmente, los hombres, hemos pensado por muchos años, por siglos, hasta un pasado muy reciente, que el poder era nuestro y que no había porque cederlo a otras personas, ni a las mujeres. Era un tema de hombres y no de todos, era de los hombres ricos y cultos. Sin duda, que todo este poder que hemos reservado solo a nosotros lo hemos manejado muy mal. Lo decía muy bien una niña de Rosario, Argentina, de nombre Victoria. Ella decía que la culpa de todo es de los mayores, que hay que limitar el poder de ellos. Esta niña de 10 años no sólo hace un diagnóstico correcto sino también tiene una propuesta política que es cómo hay que limitar el poder de los adultos. Una forma para limitar ese poder es escuchando a los niños y eso es lo primero.

Hay una segunda motivación que es más científica. Frente a la infancia nosotros podemos tener dos aptitudes de fondo. Una es considerar a los niños como pequeños, incapaces, inmaduros y que sólo necesitan ayudan profesional y educación para ser llevados a ser lo que serán mañana. En un principio, esta hipótesis fundó todo el sistema educativo de nuestros países y lamentablemente esta hipótesis es falsa. El niño no es pobrecito, pequeño, que sólo hará algo importante mañana cuando crezca, al contrario, en los primeros días, meses y años de vida vive su etapa más importante de toda la vida donde está el crecimiento, el desarrollo, la conquista más fuerte de toda la vida. Esto lo dijeron los maestros del siglo pasado; Freud, Piaget, Bruner, y tantos otros. Hoy lo confirman las neurociencias, que han demostrado que la actividad cerebral tiene una intensidad enorme en los primeros años de vida y una intensidad que no se va repetir nunca más a lo largo del desarrollo posterior.

Por estas razones debemos decir que si bien los niños son pequeños y que necesitan de nuestra ayuda, también debemos remarcar que ellos son capaces y competentes y que por eso merecen de ser escuchados.

Y desde esa perspectiva, ¿cómo se vincula con la política?

El tema político es el tercer punto porque debemos escuchar a los niños por una razón jurídica. Hemos hablado en estos últimos días de la Convención sobre los Derechos del Niño porque el 20 de noviembre se cumplieron 30 años. A mi cada vez que me han pedido un título para tratar este tema he sugerido: “Son 30 años que los niños esperan”. Ellos siguen esperando que los adultos cumplan lo que prometieron porque efectivamente esta ley que promete muchísimo, no todo lo que yo deseo, pero muchísimo, prácticamente no la conoce nadie. Sigo encontrándome con gente en mis propias conferencias, que son personas interesadas en el tema, les he pedido decirme algún artículo de la Convención y no se levanta ni una mano. La gente no la conoce.

El artículo 12 de la Convención dice que los niños y niñas tienen derecho a dar su opinión cada vez que se tomen decisiones que los afectan y que la opinión de ellos debe tenerse en cuenta. Es una promesa impresionante, teniendo en cuenta que tenemos que subrayar con mucha fuerza que la Convención sobre los Derechos del Niño es un tratado internacional. Los tratados internacionales no son exhortaciones sino que crean vínculos de un carácter jurídico. A nivel legislativo, el Estado que asume, que ratifica un tratado internacional, lo coloca en su legislación con un valor jurídico que supera las leyes normales. Esto significa que se debe cumplir. Esto, también está muy claro en el artículo 4 de la misma Convención, que dice que los Estados que se adhieren crearán todas las condiciones jurídicas y formales para poder actuar.

Lo raro que ha ocurrido - y esto me preocupa mucho -, es que adhirieron a la Convención todos los Estados del mundo, todos los integrantes de Naciones Unidas menos Estados Unidos por temas formales. Se ha hecho una promesa impresionante desde este punto de vista, que significa que los adultos del mundo, representados por sus líderes, en 1989, prometieron que no tomarían ninguna decisión más sin consultar a los niños por lo cual uno puede decir que la promesa es enorme y que no se ha hecho nada.

Esto también quiere decir que vale para la familia porque la ley es para todos, y también las escuelas, deberían contar siempre con mecanismos para consultarles a los alumnos. Es decir, los alumnos deberían dar su opinión y tenerlo en cuenta. Es bastante evidente que las ciudades en las últimas decenas de años han perdido totalmente el sentido de ser un lugar para todos.

Viñeta de Francesco Tonucci

¿Cómo se pueden establecer esos canales donde niños y niñas sean escuchados?

En nuestro proyecto hay dos ejes fundamentales para el desarrollo, uno es la escucha de los niños y el otro, la autonomía de ellos. Si lo pensamos bien, son dos formas de participación. Por un lado los niños y niñas deben participar con sus ideas, son sus palabras, con sus propuestas, con sus protestas porque esto lo dice el artículo 2 de la Convención. Por otra parte, pueden y deben participar con su presencia física. Es decir una ciudad donde hay infancia en la calle, es una ciudad mejor.

El tema de la escucha siempre hay que hacerlo entendiendo la participación de los niños como aporte de pensamiento infantil. El tema verdadero es saber que niñas y niños son diferentes a nosotros por lo cual esa diferencia lleva a tener otro punto de vista por lo cual si una alcalde o alcaldesa quiere ser democrático, el alcalde de todos, tiene que pedir a los niños que le entreguen ese otro punto de vista.

Si una alcalde o alcaldesa quiere ser democrático, el alcalde de todos, tiene que pedir a los niños que le entreguen ese otro punto de vista.

Siempre les pido a los alcaldes que se adhieren al proyecto que sean ellos mismos los que vayan a pedirles ayuda a los niños con su punto de vista, prometiendo escucharlos, de tener en cuenta lo que dicen, a pesar que no pueden prometer de hacer todo lo que van a pedir, pero si una relación correcta de escucha y de tener en cuenta de lo que dicen. Todas las veces que es posible hacerlo, y en tiempos adecuados a la capacidad de espera de los niños que no es la misma de nosotros los adultos.

Escuchar a los niños es complicado porque es ingenuo pensar que sea suficiente decir a los niños “qué piensan ustedes sobre esto” cualquier sea el tema porque lo más probable es que los niños nos dirán lo que pensamos nosotros. Los niños y las niñas desde muy temprano aprenden que a los adultos los que les interesa más es que lleguen pronto a dejar de pensar y de actuar como niños. Nosotros los adultos tanto como padres y como docentes tenemos una actitud de premiar cada vez que los niños son menos niños y más adultos.

Por lo tanto, escuchar a los niños significa rasgar, ir más allá de lo inmediato para que los niños entiendan que lo que estamos buscando no es eso que ellos escucharon a los adultos o en la televisión, así pueden demostrar que no están durmiendo, que están vivos. Nosotros necesitamos que ellos puedan expresar lo que tiene adentro y sin temor. Esto es lo que yo busco, que los alcaldes sean capaces de pedir y escuchar a los niños.

¿Cómo madres y padres contribuyen con esta política local?

Dentro de la familia y por todo lo que se decide de la vida los hijos debería ser una costumbre tener en cuenta lo que los niños piensan pero iría un poco más allá. Debemos tener en cuenta lo que los niños son y ahí se abre un tema muy delicado ya que muchas veces los padres no saben lo que son sus hijos. Cuando digo lo que son, pienso en sus capacidades, en sus actitudes, vocaciones, deseos. Lo mismo hace la Escuela. Deciden por ellos.

En el caso de la escuela, ellos tienen un programa y que por el bien de todos los alumnos se debe cumplir a final de año. Normalmente, es un programa muy limitado, basado principalmente en lenguas y matemáticas. En el artículo 29 de la convención involucra tanto a la familia, como a la escuela y dice: “Los Estados partes convienen que la educación del niño deberá estar encaminada a” y presenta varios objetivos. El primero es “desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades”. Por lo cual la pregunta que la escuela no debería hacerse es si el alumno consiguió los resultados del programa, no debería ser si debe pasar ese estudiante al año próximo o no. La pregunta debería ser: “cómo yo, escuela, he sabido desarrollar o ayudarlo a descubrir cuáles son sus capacidades mentales y físicas y si he hecho todo para que lo desarrolle al máximo de sus posibilidades”. Si yo descubro que ese niño tiene habilidades para ser un bailarín, mi objetivo es que sea el mejor del mundo. Desarrollar esta capacidad al máximo de sus posibilidades. Esto es válido para todo, si es poeta, matemático, científico, etc.

La familia y la escuela para escuchar a los niños y niñas, deben permitir que sean sí mismos. Los padres, deben dejarlos jugar. La experiencia más directa y que les garantiza conocer a sus hijos es que los niños puedan hacerlo. El juego es una experiencia que tiene que ver con el placer, la aventura, descubrir, encontrarse algo nuevo. Hay que dejar que los niños se manifiestan tal cual son.